El Cerrato palentino contó a mediados del S.XIX con una de las bodegas más pujantes de España. Un siglo después, la familia Primo Cavia trabaja para devolver el esplendor pasado a este predio, donde Raúl Tamayo elabora vinos finos que entroncan con la historia de este Pago. De camino, están recuperando viñedos centenarios.
Hay veces que la historia se olvida. Y en materia vitivinícola, ésta habla de un pasado pujante para la vitivinicultura palentina en la ribera del Arlanza, que permite descubrir como Marcial de la Cámara impulsó un moderno Château –así lo bautizó– al estilo francés a finales del siglo XIX en la Quinta Negredo, donde se dedicó a elaborar vino embotellado ‘al estilo Médoc’, como hacían en Rioja grandes bodegas como Murrieta, Marqués de Riscal o López de Heredia, –también vinificaba un tostadillo para los postres–, según recogen sus etiquetas históricas.
Vinos finos de un visionario que se dedicó a viajar por medio mundo para comercializar su producción, cuya calidad fue avalada por numerosos premios en diferentes ferias internacionales, donde logró desde una medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1889 a un diploma y medalla en la de Chicago, pasando por otro oro en la de Amberes de 1885 y reconocimientos importantes en Londres, Reims, Argelia, Ginebra... De la Cámara murió sin descendencia y sus herederos convirtieron el coto redondo de Negredo en una explotación ganadera y agrícola.
El renacer de este predio histórico de la vitivinicultura palentina comienza en 1996, cuando la familia Primo Cavia –natural de la cercana Villodrigo y dedicada principalmente al negocio hotelero– se hace con la propiedad del monte Negredo y planta las 16 primeras hectáreas de tempranillo, en el histórico pago homónimo, situado entre 760 y 800 metros de altitud sobre el nivel del mar con un clon de tempranillo de pequeño tamaño sobre suelos pobres y repletos de canto rodado.
La viña, rodeada de un bello encinar y desde donde se obtiene una perspectiva única del valle del Arlanza y de Palenzuela, se asienta sobre la misma colina en la que se fraguaron los históricos vinos de Negredo. Esta primera plantación, certificada por convencimiento como ecológica –el suelo es tan pobre que cuando llueve el agua drena rápidamente, lo que evita la mayoría de las enfermedades crioptogámicas en las vides–, se completó hincando otras 16 hectáreas contiguas, en suelos calcáreos con grava en superficie que dotan a los vinos de mineralidad, lo que unido a su altitud y latitud les confiere frescura. Una joya para los vinos finos, sin demasiada extracción y con buena boca que persigue Raúl Tamayo, el enólogo de la bodega.
Pero mientras Negredo reverdecía, otros majuelos de la zona languidecían. Vidueños hincados hace una centuria y que llevaban varios años sin recibir cuidados. Y con ellos comenzó otra labor quijotesca de Negredo: recuperar del olvido este patrimonio vitícola, uno de los escasos testimonios de viñedo antiguo que se conserva en Palencia.
«Lo de recuperar las viñas viejas es casi una obsesión, un empeño para que no se pierdan esos clones antiguos. Es un poco romántico pero la calidad de la uva es espectacular», asegura Tamayo. Una ‘locura’ que les lleva durante la vendimia a llenar las naves de elaboración de pequeños depósitos que les permiten vinificar los vinos por pagos y variedades. Y no son pocas: desde blancas como albillo y viura (la añada pasado se helaron, pero ésta darán vida a un vino blanco) hasta tintas poco habituales por estas latitudes como mencía o alicante bouchet, a las que se suman la garnacha y alguna que recuerda al tempranillo blanco. Una riqueza ampelográfica única que nace de pagos sonoros como Cantaelgallo y que se traslada hasta la bodega para dar vida a una nueva gama de vinos que complemente la de Pagos de Negredo (roble y crianza) con la que nació y de testimonio de las posibilidades del terruño.
Se trata de Quinta Negredo, nombre que recupera la historia de la finca y que da vida desde a un rosado atractivo, con una importante carga aromática y una boca con frescura y encanto hasta tintos que muestran la esencia vitícola de estos pagos de altura, con cuyo fruto Negredo cría en roble francés (70%) y americano vinos más frescos –la gran ventaja de su ubicación alta y su latitud es su acidez– y más ligeros. Su etiqueta Quinta Negredo Coto Redondo recupera la imagen de la bodega en el S.XIX.
Las primeras añadas –desde 2002– se vinificaron en Lerma, hasta que en 2014 una nueva inversión permitió convertir unas naves destinadas al cultivo y procesado del fresón de Palos en una sencilla pero funcional bodega. Y así han logrado comenzar a cumplir el sueño de devolver a Negredo fama por sus vinos finos, con riqueza aromática y buen paso de boca, con buena acidez y una graduación equilibrada para dotarlos de longevidad. Justo lo que soñó su promotor desde mediados del diecinueve, logrando que sus vinos tuvieran una gran notoriedad en todo el norte de España.