Llega el mes de marzo tras un febrero loco de atar, un mes no menos loco en el que las viñas se ponen a llorar…, si a llorar de alegría ¡has oido bien!. Los suelos empiezan a calentarse y dependiendo de las zonas y de los terrenos, más tarde o más temprano el suelo tendrá que evaporar parte de su agua.
El mes de marzo es un mes de transición entre la estación invernal y la primavera y las cepas se empiezan a despertar con ese calor que emerge del suelo y el mecanismo de la viña empieza a funcionar por toda la planta en forma de savia, una savia que acaba irrumpiendo justo por donde se realiza la poda en invierno en forma de lágrima.
¿Y cuánto tiempo estarán llorando?
Entre siete y diez días hasta que esas heridas de la poda invernal hayan cicatrizado del todo. La planta se ha despertado y comenzarán a salir las pequeñas yemas que aguardaban bien protegidas del frio bajo una pequeña capa para comenzar a hincharse e ir desplegando sus hojas para alimentar a la planta y formar las uvas…y pronto llegara el momento de la vendimia.